Ciertas personas de cuatro patas, de Rafael Baena


Este libro se abre con un niño de cinco años montado sobre una yegua de nombre Panela. Es el autor, quien pocos años antes ha dicho su primera palabra. No fue papá ni mamá, sino a ayo, caballo. Al parecer, su  amor por esas “ciertas personas de cuatro patas” estaba escrito en sus células desde antes nacer.

Este libro es el testimonio de ese amor. En sus páginas están los caballos que más ha apreciado, el que le enseñó a montar a sus hijas, una yegua que le salvó la vida y un caballo a quien el autor salvó de una muerte dolorosa. Conocemos a Casandra, un ejemplar soberbio a quien Baena le prometió que si algún día escribía una novela, los caballos serían personajes principales. Hasta el momento ha publicado cinco, y en tres de ellas los caballos están en la primera línea de la peripecia: Tanta sangre vista, ¡Vuelvan caras, carajo! y La bala vendida. Si el lector de este comentario no las ha leído, hágase el favor de leerlas. Le garantizo que no será la misma persona cuando las haya terminado.

También conocemos a Centella, la yegua más bonita de la finca donde vive el autor:

Hace gala de un temperamento complicado, hasta el punto de ser virgen y no haber conocido caballo […] Aunque no creo en la reencarnación, ver el comportamiento de esa yegua ha hecho tambalear mi agnosticismo, pues cada vez más me convenzo de que guarda dentro de su corpachón el alma de alguna pionera sufragista o, por qué no, el espíritu de la mismísima Betty Friedmann [sic], dada la vehemencia con la que defiende sus convicciones, que van todas en contravía del mito del corral apacible y feliz: cocea, muerde, es agresiva con sus compañeros de manada y lazarla es toda una proeza. (p. 23)

Muy pronto la historia personal da paso a una historia más amplia de la relación del hombre con los caballos. Particularmente se concentra en la caballería, el uso de los caballos en la guerra, porque su uso “en tiempos de paz no ha sido más que una derivación de las labores cumplidas sobre el campo de batalla” (p. 118). Así, vemos cómo van llegando el freno, la herradura, el estribo, mientras se nos cuentan algunas formaciones y batallas de Alejandro Magno, Aníbal, Gengis Khan, Atila...

Lo más notable de este libro es que el autor no abandona nunca el tono de amena conversación que emprendió al comienzo, cuando nos estaba contando apartes de su historia personal con los caballos. Por eso, mientras avanzaba sentía que estaba leyendo un ensayo en el más inglés sentido del término: delicioso, honesto, útil, entretenido. Compuesto en una prosa diáfana y rítmica. Personal. Lleno de respeto por su tema y por el lector. Pero, a diferencia de esos escritores ingleses de ensayos deliciosos que tanto me gustan (Charles Lamb, William Hazlitt, Oscar Wilde, Robert Louis Stevenson, Chesterton), Baena mira más allá de Occidente:

Mientras los europeos atravesaban siglos de oscura incertidumbre y enclaustraban el saber en los monasterios, los árabes, organizados políticamente en califatos, alcanzaban refinamientos y logros que iban desde el jabón aromatizado hasta las diferentes ramas de la ingeniería, hacían poesía, ampliaban los horizontes de las matemáticas y de la filosofía, creaban recetas culinarias para complacer a Dios… y criaban los caballos más hermosos y resistentes que jamás hubo sobre la Tierra. (p. 100).

Conocer palabras nuevas debería ser motivo de celebración. Desde que leí este libro estoy feliz por haber encontrado palabras tan hermosas como sisar, almohaza, guadamecí, ramonear… No sé para qué las voy a usar, o cuándo, pero no importa. Los lectores sabemos bien que no todo conocimiento es útil. Pero me estoy yendo por las ramas.

En los dos capítulos finales, luego de ese montón de aventuras alrededor de los hombres y sus caballos, el autor regresa al ámbito íntimo, familiar. Vemos una imagen similar a la del comienzo: una criatura de pocos años sentada sobre un caballo. Es su nieta Guadalupe. Y así, sabemos que esta historia de amor y devoción a los caballos continúa escrita en las células de su descendencia. 



Rafael Baena, Ciertas personas de cuatro patas, Bogotá, Luna Libros, 2014.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
No te estás yendo por las ramas...Estás ramoneando.

Muchas gracias por las invitaciones bonitas que hacés, y un abrazo,

Javier
Anónimo ha dicho que…
Camilo:

Recuerdo la reseña que escribiste hace algún tiempo sobre el libro de Eduardo Peláez...

Personalmente, ¿prejuicios?, me parece que la repugnancia por Uribe me ha llevado a una autocensura en relación con los caballos... como si todo se tratara de un círculo vicioso y necesario: caballos, paisas, narcotráfico, paramilitares...

Afortunadamente, para los caballos, a los que no les importa, y para nosotros, los tontos, están tus páginas.

Agún día alguien, como Cobo Borda con los huevos, tendrá que hacer una antología de caballos. Donde estén Claudio Eliano, Davillier, Tournier, Zeaman, Swift, Montaigne, Moro...

Para la muestra, este pasaje de Claudio Eliano: "Soclés era un ateniense (me parece que muchos no le conocen) que no sólo parecía gentil, sino que también lo era. Este compró un caballo, hermoso como él, pero de fogosa condición erótica y mucho más inteligente que los demás caballos. Así pues, concibió un amor ardiente por su amo y, cuando este se le acercaba, todo eran resoplidos; a las palmaditas respondía con relinchos; al montarlo, mostraba su docilidad y, cuando se detenía delante de él, el caballo lo envolvía en una mirada lánguida. Y todo esto, de por sí amorosa efusión, era sin duda también sensación placentera. Sin embargo, cuando el caballo, en su demasiada imprudencia, infundió sospechas de que meditaba algún exceso contra el muchacho y corrían rumores extravagantes sobre la pareja, Soclés, no pudiendo sufrir la difamación, en su odio hacia el lujurioso amante, lo vendió. Y el caballo, no pudiendo sufrir la privación del hermoso mancebo, se quitó la vida sometiéndose a severísimo ayuno".

¡Saludos!

Santiago G.

Camilo Jiménez ha dicho que…
JAVIER, gracias por pasar y comentar. Bienvenido siempre por aquí.

ANÓNIMO: Dudé mucho si incluir una referencia a ese también hermoso libro de Peláez Vallejo. Al final me decidí por mostrar las virtudes de este solitas, así como hice con "Este caballero a caballo". Los dos son libros hermosos de un tema raro. Hay que celebrar que la cultura equina colombiana nos dio algo más que los mafiosos y ese expresidente que no quiero nombrar.
Muy bello el fragmento que comparte. Muchas gracias.
Carlos ha dicho que…
Camilo, me confieso caballista en el sentido decente del término; de pronto lo traiga en los genes, pues mi familia paterna es de los llanos del Casanare y allí el caballo es medio de transporte, herramienta de trabajo, un amigo más, entre otras muchas cosas. El caballo es una bestia hermosa y plástica, recuerdo ahora una canción de Chabuca Granda titulada "José Antonio" en donde se rendía homenaje a un criador de caballos de paso peruano que es el mismo paso de nuestros paisanos equinos; también recordé esa tragedia y a la vez epopeya de Cormac McCarthy "Unos caballos muy lindos" (el libro, porque la película es un hueso), aunque claro, sobre caballos debe haber bibliografía por montones, entre ella las novelas de Baena que mencionas y que confieso no he leído. Una vez más, gracias por tanta recomendación interesante.
Camilo Jiménez ha dicho que…
Carlos: mi experiencia con los caballos es nada más estética: me parecen hermosos, y los quiero porque algunos héroes de infancia los querían: Kalimán, Miguel Strogoff... Y, bueno, los libros de Peláez Vallejo y Baena me han cautivado. Santiago G. en su comentario menciona algunos autores que tratan este tema, y que habrá que ir buscando.
A propósito de Casanare, escribí esto para un libro de Villegas Editores: http://elojoenlapaja.blogspot.com/2012/02/postales-de-casanare-y-el-llano.html Ahí, por supuesto, trato en algunos puntos la relación de los llaneros con el caballo. Por si le quieres dar una mirada. Saludos y de nuevo: gracias por pasar y comentar.
Carlos ha dicho que…
Camilo, no recordaba ese texto; ahí perdonarás, así como me remites al texto, yo te remito a mis comentarios del mismo.