Este libro abre con una pregunta
plena, directa al mentón: “¿Podemos confiar el futuro de la economía del mundo
a un hombre que llega tarde a todas partes?”. A partir de allí veremos al Nobel
de economía Joseph Stiglitz apurado y con la corbata desarreglada, o, por el
contrario, parado mirando al cielo con la mano en el mentón, pensando quién
sabe en qué mientras otros lo esperan. Veremos a su asistente interrumpir varias
veces la entrevista que le está haciendo Diego Fonseca al economista en su
oficina de la Universidad de Columbia, para advertirle que ha acabado el
tiempo, y a su esposa disculpar —o intentar explicar— el retraso de su marido, que
alcanza ya la hora y media, antes de una segunda entrevista.
“Joe olvida una cosa importante
cada día”, leemos en la página 21, mientras Diego Fonseca y ella, la periodista
financiera Anya Schiffrin, lo esperan en una sala del hotel The Fairmont, en
Washington, el mismo donde se encuentran Gene Hackman y Will Smith en la película
Enemigo público. El apellido de la
esposa del Nobel no pasa desapercibido para quienes están familiarizados con el
mundo del libro y la edición: es la hija de André Schiffrin, el legendario
editor americano. Pero este dato lo conocemos muy adelante, cuando se relatan
los inicios de la relación entre el Nobel y la periodista. El premio más
prestigioso del mundo al parecer no le sirvió como llave maestra a “Joe” para
abrir la puerta a su matrimonio con Anya: el padre, André, exigió conocer al
pretendiente y probar su valía antes de permitirle casarse con su hija.
Pero además de estos detalles
familiares, un poco íntimos del personaje, conocemos también algunos hitos de
la teoría económica del siglo XX, y el papel de Stiglitz en su desarrollo y
discusión. “En los últimos diez años, Stiglitz se peleó con todos sus
empleadores de los rascacielos de Occidente y se ganó el cariño a pie de calle
de los globalifóbicos”. En efecto, después de trabajar en el Banco Mundial y en
el Fondo Monetario Internacional, después de asesorar a países desarrollados y
a grandes firmas, Stiglitz comenzó a discutir con sus políticas, hasta que fue
despedido y vilipendiado por igual en Washington y en Wall Street. El Nobel
compara al FMI con un “hospital donde los enfermos empeoran”; en una escena de
este perfil lo vemos aparecer de improviso en el parque El Retiro, de Madrid, y
animar a los indignados con un altoparlante, como cualquier hippie barbudo y
descontento.
En la crónica “Y entonces Dios”,
incluida en el volumen Sam no es mi tío (Alfaguara,
2012), Diego Fonseca cuenta la historia de Alberto, un hombre común a punto de
cumplir cincuenta años, que en los noventa emigró de Colombia a Miami —como
tantos otros—, en la década siguiente hizo algo de dinero —como tantos otros—,
se endeudó para comprar casa y carros y lujos —como tantos otros—, y a finales de la década pasada
se quedó sin trabajo y sin pagar sus deudas —como tantos otros—. Es un relato
de la crisis de las hipotecas en carne propia. Digamos, la práctica. En Joseph Stiglitz detiene el tiempo,
además de trazar un perfil del Nobel americano, mira al otro lado de la crisis
de 2007, el de las teorías —y las personas— que la previeron, que la dibujaron
de antemano, que pudieron evitarla. No desde la calle y la casa propia perdida, como en
la historia de Alberto, sino desde las universidades y las grandes
instituciones económicas. Digamos,
la teoría. Ambas piezas periodísticas pueden leerse como una sola.
Como en “Y entonces Dios”, en
este perfil hay una lección de economía. O varias: las causas de la agonía de
la industria manufacturera americana, la teoría de las asimetrías informativas,
por la que Stiglitz obtuvo el Nobel en 2001, el papel de corredores y auditores
en la crisis de las hipotecas… Y en medio de todo ello la mirada de
Stiglitz, sus ideas, la manera en que llega a ellas. Porque en este perfil lo vemos hablar en privado y en público, y también lo vemos pensar y escribir. En últimas, la respuesta a
la pregunta del comienzo del perfil pareciera ser afirmativa: sí, podemos
confiar el futuro de la economía mundial a este hombre impuntual, cerebral,
medio subversivo.
Antes de cerrar, una confesión:
dudé en poner “libro” en la primera línea de este comentario. Porque Joseph Stiglitz detiene el tiempo no tiene
versión en papel, es un eBook publicado por la estupenda editorial eCícero de
España, especializada en periodismo de gran formato. Y ya sabemos que los eBooks
siguen siendo una especie de hermano menor del libro impreso, al menos en
nuestro medio. Como que no clasifica para llamarlo libro, menos aún para comentarlo, criticarlo, reseñarlo... Quizá sea hora de cambiar esa tendencia o al menos de discutirla. Pero ese es
otro tema.
Diego Fonseca, Joseph Stiglitz detiene el tiempo,
España, eCícero, 2013.
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