Fusilado: Jorge Herralde (1)


¿Cómo se arma una colección prestigiosa, con literatura no muy leída, con autores desconocidos? ¿Cómo hacer para darle treinta años de excelente salud? ¿Dónde pone la nariz un editor acucioso para encontrar las buenas historias, la prosa deliciosa? ¿Cómo trabaja ese editor? Uno de los más grandes apostadores del ámbito editorial en español recuerda en este artículo los comienzos de Panorama de Narrativas, esos, los libros amarillos que tanto nos gustan.



Debido a su extensión la he dividido en tres entregas. Con ustedes, la primera.





“Panorama de narrativas”: los inicios de una colección (1)

En 1980 parecían aliviadas las graves dificultades económicas que había padecido Anagrama en los últimos años. Las causas más importantes: la crisis de Enlace, nuestra distribuidora, que los socios, entre ellos Anagrama, debieron refinanciar para evitar su desaparición; la insuficiencia y percances de las exportaciones; las consecuencias del llamado “desencanto”, que significó que los libros políticos, o sea buena parte del fondo de la editorial, se quedaron súbitamente sin lectores.

La colección “Contraseñas”, iniciada en 1976, con el Nuevo Periodismo, Bukowski y Copi al frente –una colección etiquetada como salvaje, forajida, marginal, etc.–, había paliado un tanto los problemas, pero decidí que debía pensar en una nueva colección, menos adjetivada, más abierta, con la única consigna de la calidad literaria y dedicada exclusivamente a literatura traducida.

Haciendo de la necesidad virtud, porque la capacidad financiera no permitía pagar anticipos elevados, empecé a rastrear diversas literaturas, buscando autores que hubieran quedado ocultos para otros editores españoles, o bien buscando las nuevas voces, los escritores emergentes, los posibles clásicos del futuro. En aquella época, la tarea tampoco era tan difícil, ya que, muy al contrario que hoy en día, apenas había editores interesados en tal tipo de indagación, se apostaba tan sólo por los muy consagrados, los más obvios.

Primero hubo, pues, esa fase de búsqueda, así como de elección del título de la colección, “Panorama de narrativas”, que me pareció el más ajustado a mis propósitos. También, como la mayoría de los autores eran poco conocidos en nuestro país, si no totalmente desconocidos, para subrayar la credibilidad literaria de la colección pensé que sería aconsejable “amparar” algunos de los primeros títulos con un prólogo, algunos encargados expresamente a buenos amigos, como Carlos Barral, Luis Goytisolo, Juan Goytisolo y Esther Tusquets. En otros casos, buscando textos de autores extranjeros que pudieran utilizarse a modo de prólogo.

El tan importante tema de la maqueta fue muy trabajado por nuestro grafista, Julio Vivas, que presentó diversos proyectos que discutimos hasta la elección final, con sus elementos tipográficos fijos y el luminoso color vainilla de fondo como signo más inequívoco. Un diseño de colección que sólo tuvo una ligera modificación, en el año 1991, y que es una de las más fuertes señas de identidad de Anagrama; reforzada, además, por el diseño de la colección “Narrativas hispánicas”, iniciada a finales de 1983, que sólo se diferenciaba de su colección hermana en el color de fondo, gris claro.



En la primavera del 81, ya con bastantes títulos contratados, con el nombre de la colección y el diseño decididos, se fletaron simultáneamente los tres primeros, de Jane Bowles, Ruggero Guarini y Grace Paley. Pese a tratarse de tan ignotos autores, los lectores, libreros y críticos, los cognoscenti, que ya conocían sobradamente Anagrama, en especial por sus ensayos y por la colección “Contraseñas”, acogieron con curiosidad e interés aquella nueva colección, un tanto enigmática, “Panorama de narrativas”, que en marzo de 2002 ha llegado a su número 500, gracias a tales complicidades.

Ahora, veintiún años después, propongo un recorrido por los dos primeros años –de la primavera de 1981 a la de 1983− y sus primeros 30 títulos publicados.

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Cuando empecé a preparar “Panorama de narrativas” el nombre de los Bowles, Paul y Jane, era una extraña pareja, era un poco más que una contraseña para los muy iniciados. Dos damas muy serias (PN 1), de Jane Bowles, había sido publicado en Inglaterra por Peter Owen, un editor independiente, excelente, minoritario y de finanzas siempre precarias. Me encantó esta extravagante y chifladísima novela y decidí inaugurar con ella la colección. Además de una introducción propiamente dicha a la novela, a cargo de Francine du Plessix Gray, se añadió un perfil escrito por su fan, Truman Capote: para él y otros muchos, incluido Paul Bowles, el auténtico talento literario pertenecía a Jane, she was the one.

El exquisitísimo Franco Maria Ricci, a quien conocí ya en el 69, en mi primera Feria de Frankfurt, tenía entre sus colecciones una de literatura, la Biblioteca Blu, refinada, con textos inesperados, quizá demasiado, que rozaban la extravagancia, por lo que tuvo poca continuidad. Entre ellos estaba una perla, Parodia, de Ruggero Guarini, con prólogo de J. Rodolfo Wilcock, que había sido saludada como la primera gran novela erótica italiana, “una tentativa de romper el muro del sonido de la Obscenidad”, en palabras del autor, en la que destacaban, escrito está, “la maestría casi inofensiva del estilo y el irónico centelleo de una cultura refinada y exquisita”. Guarini fue el primero de los muchos escritores italianos publicados en esta colección.

Batallas de amor, de la norteamericana Grace Paley, fue el tercer título. Una escritora extraordinaria, de gran actividad política y feminista, siempre en la brecha izquierdosa, en detrimento de su actividad literaria, reducida a tres excelente libros de relatos, publicados en esta colección, poemas y ensayos. En un viaje a Estados Unidos fuimos a visitarla a su casa del norte de New Hampshire, una cabaña en el bosque en la que vivía con su marido, también escritor, donde nos prepararon una cena con productos de su huerto. También estuvo una vez en Barcelona, en ocasión de una Feria Feminista en las Atarazas, y organizamos una comida en casa con ella, Angela Carter y otros amigos. La primera vez que oí hablar de ella fue en los años sesenta, en una visita a Barcelona del gran cuentista Donald Barthelme, a quien había publicado en la Serie Informal tres libros de relatos. (Axioma: Barthelme fue el gran cuentista de los sesenta y setenta, a quien todos admiraban; su relevo, en un registro bien opuesto, fue Raymond Carver, en los ochenta, el otro gran maestro.) En un almuerzo en La Venta, entre vodkas y vodkas y más vodkas (antes de empezar a comer), me recomendó especialmente a una autora y un título, espléndido, que me apuntó en un papelito: Enormous Changes at the Last Minute. Retuve el papelito, el nombre y el título, y cuando lo leí se lo agradecí a Donald: en “Panorama de narrativas” se editaron los tres libros de relatos de Grace Paley, por su orden cronológico de publicación en inglés.

El cuarto fue una rareza, de sugestivo título: Medianoche en Serampor, que reunía dos hermosas novelitas del rumano Mircea Eliade, tan conocido por sus estudios sobre las religiones, y a quien había publicado en la excelente colección Nouveau Cabinet Cosmopolite, de Stock, la que después fue gran amiga, Marie Pierre Bay.

Con el quinto, A pleno sol, comenzó la “operación Patricia Highsmith”, una autora poco publicada en España y con escaso éxito, básicamente conocida por las películas basadas en sus novelas Extraños en un tren, A pleno sol y luego El amigo americano. La autora, que detestaba Estados Unidos, tras una muy larga estancia en Francia se había trasladado a un pueblecito de la Suiza italiana y había nombrado agente de sus a obras a Diogenes, su editorial en lengua alemana, con residencia en Zurich. Mercedes Casanovas y Michi Strasfeld habían puesto en marcha una agencia literaria en Barcelona. Michi se encargaba de los derechos de Diogenes Verlag y se empeñó, con notable éxito, en cambiar el destino de Patricia Highsmith en lengua española. Tras tanteos con varias editoriales, finalmente Anagrama hizo la mayor apuesta y contrató de golpe bastantes títulos, mientras que Alianza y Alfaguara albergaron algunos otros de la extensa obra de la autora.

Los dos primeros títulos publicados, en otoño de 1981, fueron A pleno sol (PN 5) y La máscara de Ripley (PN 7), la presentación en sociedad, en una colección declaradamente literaria, de Patricia Highsmith y de su héroe o antihéroe favorito, Tom Ripley, el elegante asesino, nonchalant e impune. Poco antes, los cineastas Fernando Trueba y Óscar Ladoire habían ido a su casa de Suiza, donde la entrevistaron para El País. Con ellos dos, y otro gran fan, el cineasta y escritor Gonzalo Suárez, organizamos una presentación en la librería Visor de Madrid, que fue el pistoletazo de salida para una de las grandes estrellas de la colección, seguido en la primavera del 82 por El amigo americano (PN 15). “Se los llevan de tres en tres”, me comentaban los encargados de la caseta de Anagrama en la Feria de Madrid, la autora ya estaba lanzada. En el periodo aquí comentado se publicaron un total de siete títulos de Patricia Highsmith, que llegaron más adelante hasta diecinueve, y que fueron decisivos para la implantación de “Panorama de narrativas”.

Regresando al orden cronológico, el sexto título de 1981 fue La leyenda del santo bebedor, una breve joya de Joseph Roth que había leído en la edición de Adelphi, una editorial italiana que seguía con particular atención, cuyo director era Roberto Calasso, buen amigo y después auteur maison. De los cuatro libros publicados por este gran escritor, fue el único que tuvo un notable éxito de ventas, propiciado sin duda por el prólogo que le pedí, por razones obvias, a Carlos Barral y que éste generosamente escribió, y por el tema, que no nos era precisamente ajeno: “De cómo el vino trasforma el mundo, cambia sus leyes, todas, incluso la virtud de los santos, para hacerlo habitable y agradable a los que creen en él”. Palabras de Barral.

Otro autor en lengua alemana fue Thomas Bernhard, del que en España sólo se había publicado unos años antes Trastorno, en Alfaguara, con el típico succés d’estime y ventas escuálidas. En aquellos años, después de la Feria de Frankfurt acostumbraba a pasar unos días en París, para ver cine, exposiciones y desengrasarme un poco de libros, pero no tanto, porque solía visitar a los editores Françoise Maspero y Jerome Lindon, que jamás ponían los pies en Frankfurt. En uno de esos viajes, en la librería La Hune, estratégicamente situada entre el Café de Flore y Les Deux Margots, y que estaba abierta hasta las tantas, compré un libro publicado por Gallimard, una novela breve, Oui, de Thomas Bernhard, que leí con entusiasmo en el hotel. Lo contraté y se transformó en (PN 8), con un prólogo de un autor-lector tan exigente como Luis Goytisolo (para quien, aparte de Proust, Musil, Faulkner y Joyce, escaso interés tiene la novelística del siglo XX). Pedí más obras suyas a la agente de su editorial, Suhrkamp, pero Alianza las tenía en opción desde hacía meses y al final se decidieron. Por fortuna había otra vía, la editorial austriaca Residenz Verlag, para una veta mayor de la obra de Bernhard, su pentalogía autobiográfica, compuesta por El origen, El sótano, El aliento, El frío y Un niño, publicados en la colección entre el 84 y el 87.

Lo fusilamos de: Jorge Herralde, Flashes sobre escritores y otros textos editoriales, México, Ediciones del Ermitaño, 2003.

Comentarios

Tamaño Oficio ha dicho que…
Interesante primera historia. Sin duda Anagrama es importantísima en el camino de las buenas lecturas, en quedar sin un peso en el bolsillo.
Andrés ha dicho que…
Camilo, que por favor pase por la oficina de presidencia, que quieren hablar con usted del rating.
Anónimo ha dicho que…
Supone uno, por obvias razones, que todos los títulos que alaba Herralde no son tan buenos para todos, pero si Berthelme está a la altura de Carver (y del otro lado estilísticamente) hay que mandarle el viajao....y La Leyenda del Santo Bebedor de Roth ....inaplazable, ya lo has leido Camilo?
Anónimo ha dicho que…
Ay, sí ome' Lucaz; ya sabemos que sos un gran lector; no tenés que estar subrayando tu falta de estima cada tres palabras; un poco más de auto compasión te vendría mejor.
Perro a Cuadros ha dicho que…
Camilo, es en serio, que pase por presidencia, Jose Obdulio quiero hablar del raiting y de la colección... la que incluye El Moro, Guayabo Negro, Pepe Botellas e Hip hipopótamo vagabundo...
Carlos Augusto Jaramillo ha dicho que…
Entre los títulos de Highsmith que publicó Herralde hay un par de colecciones de sus primeros relatos. Una delicia, particularmente "Pájaros a punto de volar". Esperamos ansiosos las otras dos entregas, y no se preocupe por el rating, Camilo, ni por la extensión. Ya le echamos la madre al presidente. Siempre habrá empresarios de buen gusto como nosotros, dispuestos a financiar estos programas sabrosos para la inmensa minoría.
Anónimo ha dicho que…
Mr Plomo, francamente no entiendo, solo dije que Herralde debe considerar bueno y/o con posibilidad de èxito comercial todo lo que publica su editorial, pero no hay lector por voraz que sea que le guste todo. Ahora lo de la estima y auto-compasión si que lo entiendo menos...
Camilo Jiménez ha dicho que…
Los relatos de la Highsmith son grandes, como bien dice Pablo. ¿Y qué tal esa novela graciosisíma y que pasó de agache, titulada "Rescate por un perro"? Y Pablo, este blog es como PBS o Señal Colombia: le resbala el Ibope.