Nadar de noche, de Juan Forn





Este volumen de cuentos hizo su ruido en Argentina a comienzos de los noventa, del que a Colombia apenas llegó un murmullo. Por allá se leyó con devoción, y hasta una banda de rock sinfónico adoptó el nombre del libro. Quise leerlo desde hace unos años, cuando supe que Juan Forn era el director del suplemento Radar, del periódico Página 12, y cuando leí “Rico tipo George Plimpton”, un muy humilde y al tiempo muy carnoso perfil que escribió Forn cuando murió el inclasificable fundador de The Paris Review.

Pero las editoriales que tienen capítulos en los países de América no circulan afuera los libros de los autores locales. Me gustaría que en Buenos Aires o en Santiago leyeran libros de Alfaguara Colombia como Alerta de terremoto, de Tim Keppel, o La nostalgia del melómano, de Juan Carlos Garay, o aun la Trilogía de Bogotá de Gonzalo Mallarino. Me hubiera gustado leer hace tiempo Nadar de noche, pero pude hacerlo apenas hasta ayer que encontré un ejemplar con carátula defectuosa en una feria popular del libro en el parque Lourdes, a dos calles de mi casa.

Los tan exactos saltos temporales de “Alquitrán en los pies”, el perfil del timador tan puntualmente construido de “Memorándum Almazán”, ese drogo perfecto, entre la precisión y el delirio, de “Para Gaby, si quiere”, y esas frases que se cuelan por ahí como quien no quiere la cosa y que definen toda una personalidad o una generación no eran sólo para los argentinos, señores editores de Alfaguara. Yo también los hubiera querido conocer hace diez años. Pero bueno, llegaron al fin. Y valió la pena meterme durante toda la tarde de ayer en ese montón de historias, conocer esos personajes tan distintos, acercarme a esas anécdotas de la vida corriente argentina.

Valió la pena leer, por ejemplo, ese cuento aparentemente simple titulado “Video & comida china”, donde una madre y su hija ponen al día su relación. Es que casi nadie pudo haberlo dicho mejor que Daniela, la hija de este cuento, cuando habla de los hombres, así en general como tanto nos molesta: “La verdad es que son todos unos hijos de puta —dijo Daniela entre risas—. Son tan hijos de puta que resultan casi tiernos, ¿no?” (p. 93). Es casi al final del cuento, pero no lo estoy dañando: la cosa mejora en los tres párrafos que faltan. Y nadie pudo haber llegado mejor al sentido de este libro como un narrador que aparece en un baño de “El borde peligroso de las cosas”, y que creo que es el propio Forn: “Lo que más me gustaría es contar una buena historia de amor. Una historia maravillosa, con final feliz, que no pretenda en algún momento hacer sentir a nadie más inteligente de lo que es. Perfectamente sentimental, perfectamente meliflua. Una historia que consiga hacerme creer que todo es posible” (p. 169).


Juan Forn, Nadar de noche, Buenos Aires, Alfaguara, 2002, 198 pp.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Buenas estas recomendaciones de libros de cuento. Ojalá continúen.
Anónimo ha dicho que…
Rótelo, marica.

Att. Chiporco.
Jose Alfredo ha dicho que…
Yo tuve que hacer un trabajo acerca de un cuento de ese libro.... esta en mi blog.