Días tan largos




Tener que dejar de fumar es toda una calamidad, y encima los sucedáneos al coqueto pitillo son aburridos. Los chicles además de aburridos saben asqueroso, como mascar una colilla. Los parches quizá sean el reemplazo más bobo al acto de fumar: ¿quién pensaría que fumar sólo es ponerse encima nicotina? Fumar es acompañarse, ver volar el humo, esperar con docilidad al que no llega, el pretexto para levantarse en las mañanas... Además, uno siente tristeza cuando ve al ex fumador que exhibe orgulloso sus parches como si fueran las cicatrices de su guerra contra el tabaco. No pocos manuales recomiendan escribir un diario, anotar todo lo que pasa por la mente y el cuerpo del fumador remiso. Quizá esta sea una buena manera de que el tiempo pase un poco más rápido, porque debe saberse que cuando el fumador —sobre todo el que arroja a la basura todos los días entre una y tres cajetillas vacías de pitillos— dice "este es el último cigarrillo", automáticamente sus horas no durarán 60 minutos, como las de todos los mortales, sino que comenzarán a durar 120 minutos. Y hasta más.

Cristina Peri Rossi escribió Cuando fumar era un placer (Barcelona, Lumen, 2003) cinco años después de haber apagado su último cigarrillo luego de 40 años de fumadora. Historia del cigarrillo, del tabaco, de las tabacaleras españolas y sus ejércitos de trabajadoras; psicoanálisis personal compartido con los lectores; sartal de anécdotas alrededor de los cigarrillos y el cine, los libros y los tangos; repaso a la imagen de fumadores ilustres y anónimos, este libro no es sólo para los que dejan de fumar, porque Peri Rossi no alecciona ni recomienda, sino que comparte su dolor, su pérdida cuando dijo no fumo más. En Europa lleva unos años lejos del cigarrillo cuando un día cualquiera se abre ante ella la puerta de un ascensor, donde encuentra a tres vecinos fumando a placer. Cuando ellos confundidos van a apagar sus cigarrillos y la invitan a subir, ella los detiene: "Yo tuve que elegir entre el cigarrillo o la vida —les dije—. Elegí la vida, pero muchas veces pienso que me equivoqué".

Este libro corto y editado con gusto, como lo sabe hacer Lumen, no es un consuelo para quienes están dejando de fumar ni una advertencia para quienes fumamos ni una apología del cigarrillo o de la voluntad de dejarlo. Es un relato inteligente y bien documentado escrito por una fumadora. Porque Peri Rossi se sabe fumadora incluso ahora, cuando ya no enciende un cigarrillo y se sigue sintiendo incompleta. Gracioso consuelo: se tranquilizó un poco durante el desenganche cuando empezó a mantener siempre cerca una cajetilla de cigarrillos: "Abierto, con sus hermosos filtros blancos ofreciéndose a mi avidez. Me di cuenta de que así, mi ansiedad disminuía. Podía fumar, si quería: había cigarrillos disponibles ... Los cigarrillos no estaban ausentes para siempre, sólo que no me los fumaba" (p. 189).

El mito de Carmen la gitana de Merimeé y de Bizet, la poderosa imagen de Humphrey Bogart y la seductora de Rita Hayworth echando humo en blanco y negro; el origen de la expresión "echarse un polvo" —que tiene que ver, sí, con el tabaco— y el de otra, "hacer el niño"... en estas 199 páginas se encuentran al calor del humo el psicoanálisis, la historia, la sociología, la antropología, los estudios culturales y el diario personal, con mucha documentación y prosa sabrosa. Pasé hoja por hoja con gran placer mientras enhebraba en mis dedos Lucky tras Lucky, pero también lo disfrutó mucho mi amiga Leo, que dejó de fumar hace un año y todavía se come las uñas.

Se consigue en librerías de viejo y segundazos por $20.000.

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